Jesús y la mujer adúltera

1. Mientras ellos reflexionaban sobre esto, sus secuaces enviados les trajeron una mujer adúltera, que fue atrapada con las manos en la masa y ahora debía ser apedreada según Moisés. Cuando los fariseos actuales atrapaban a una mujer adúltera que era rica, no la mataban, sino siempre le convertían el delito en una gran multa.

Y si era pobre, pero joven y hermosa, por lo general le daban latigazos y luego tenía que convertirse en sirvienta para los templarios. Una mujer vieja y fea estaba protegida por la naturaleza del adulterio. Sin embargo, la adúltera en mención era muy joven pero pobre y quería ganarse un centavo de un hombre extraño y muy rico durante esta temporada festiva para aliviar su gran emergencia y necesidad. Obviamente, ella hubiera caído en las manos del templo si Yo no hubiera estado allí y si los templarios no se hubieran visto obligados a usarla como un medio principal para atraparme según sus planes.

2. Así que esta pobre adúltera fue inmediatamente presentada ante Mí por los fariseos más "sabios" y, por lo tanto, en medio de la gente, que por supuesto Me rodeaba fuertemente por todos lados.

3. Y cuando la mujer, aterrada por el miedo a la muerte, se paró frente a Mí, uno de los fariseos muy sabios me preguntó: "Esta mujer fue atrapada con las manos en la masa en el adulterio. Moisés nos dio una ley para apedrear a esta persona, y la ley de Moisés es tanto como la ley de Dios. ¿Qué dices ahora al respecto?"

4. Se entiende por sí mismo que ellos solo hicieron esto para tratar de ponerme a Mí en fuertes aprietos, en parte a través de la dura ley de Moisés y en parte a través de Mi Prédica sobre la gran Misericordia de Dios Padre y también a través de mi bondad hacia ellos, lo cual era bien conocido por ellos; para después encontrar alguna cosa en Mi contra y luego, como ya se mencionó, podrían decirle a la gente con gran pompa solemne: "¡Ved, aquí está el gran engañador y seductor del pueblo, a quien ahora capturaremos con derecho y entregaremos a la justicia!"

5. Pero Yo no les respondí a su pregunta tan rápido como querían, sino Me incliné hacia el piso y comencé a escribir la culpa de la pecadora en la arena del suelo ; pues siempre había mucha arena en el suelo de los festivales tan grandes, arena que el templo la barría a la finalización del festival para después vender la basura a todo tipo de judíos supersticiosos.

6. Pero cuando los fariseos y los judíos del templo se detuvieron con sus preguntas, Me enderecé y les dije: "Es perfectamente cierto que Moisés dio tal ley; pero aquellos que tenían el derecho de apedrear a tal pecadora tenían que estar sin pecado, ¡eso también está escrito! ¡Al menos, el que arroje la primera piedra contra la pecadora tiene que ser completamente puro y sin pecado! Por eso, ¡quien esté sin pecado entre vosotros que arroje la primera piedra contra de esta pecadora! La misericordia de Dios no se ve perjudicada por esto; porque Moisés dio sabias leyes a los hombres. Cualquiera que las conozca y las ignore se ha juzgado a sí mismo y ha sellado su sentencia de muerte".

7. A continuación Me incliné al suelo de nuevo y continué escribiendo como antes. (Juan 8.8)

8. Pero cuando escucharon esas palabras de Mí con las que no habían contado, y sus conciencias les decía: "¡Vosotros mismos sois múltiples pecadores y adúlteros, y todas las personas lo conocen así!", entonces ninguno, de mayor a menor, dijo ni una palabra más, y todos salieron del templo, lo más rápido que pudieron y se fueron de allí corriendo.

9. Ahora, después de unos momentos, ninguno de los fariseos y los judíos del templo y de los levitas, los sirvientes y los guardias, se encontraba más en el medio del templo, solo quedamos Yo y la pecadora y, por supuesto, la gente del pueblo y Mis Discípulos alrededor del círculo. La gente estaba de buen ánimo y maravillada de ver cómo Yo había hecho que los fariseos fugaran del lugar con muy pocas palabras.

10. Y varios dijeron en voz muy alta: "¡Oh, solo tenían que levantar una piedra, y nosotros los habríamos destrozado, a estos viejos chivos pecadores! Porque un pecador no puede y nunca debe juzgar, en especial a uno mucho más pequeño".

11. En esta situación Me enderecé nuevamente y no vi a ninguno de los jueces en el círculo, sino solo a la mujer que debería haber sido lapidada.

12. Y Yo le pregunté a ella: "Bueno, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?"

13. La adúltera dijo: "No, Señor, nadie me ha condenado, ¡sino todos salieron apurados!"

14. Luego le dije: "¡Entonces Yo tampoco te condeno! ¡Pero ahora vuelve a tu tierra natal y ya no peques más! ¡Porque en donde peques, te irá mal!"

15. La pecadora Le agradeció la Gracia que le había mostrado, pero Me pidió que Yo quisiera darle un consejo sobre cómo llegar a casa a salvo; porque temía, sin embargo, que los secuaces de los fariseos la vigilaran en el camino y le causaran daño.

16. Entonces Yo dije: "No les tengas miedo; ¡porque estarán felices si no se encuentran contigo de nuevo! ¡Ahora ve entre la gente, que te protegerá y te llevará a casa muy bien! ¡Tan solo mira allí, en dirección de la cortina del templo, y verás a todos los que estaban aquí antes! Porque afuera, la gente les había preguntado qué había sucedido y porqué habían salido del templo con tanta prisa. Pero ellos sentían vergüenza de decir la verdad, y dieron una torpe excusa y se metieron por la puerta que está en el lado oriental para estar muy tranquilos y en silencio.

¡Ahora tan solo anda entre las personas del pueblo que creen en Mí, y permanecerás completamente a salvo! Ahora continuaré enseñando al pueblo, y más tarde ellos aparecerán de nuevo y vendrán donde Mí; porque ahora tienen una ira aún mayor contra Mí, porque los he avergonzado y te he salvado de sus garras. ¡Pero ahora, ve con confianza a donde te aconsejé, sé piadosa y no peques más!

17. Luego ella se fue tímidamente entre el pueblo que la recibió bien y le dio coraje bajo fuertes amenazas contra los fariseos.

Fuente: Gran Evangelio de Juan, tomo 6, cap. 197, recibido por Jakob Lorber